SEXOLOGÍA: ¿LA CULTURA DE LA PATOLOGÍA, O LA CULTURA DEL GOCE?

Palabras del I Día Nacional de la Sexología

Psic. Andrés Caro Berta

Todavía sujetos a viejos patrones de represión del goce sexual, la Sexología como ciencia se sigue debatiendo entre el acentuar, con una visión punitiva el lado patológico y las formas de evitar (a través de la prevención) llegar a ello, (con lo cual comparte el discurso eclesiástico), generar un discurso anodino en cuanto a los sentimientos,  o apuntar sus baterías a derribar mitos y tabúes, procurando una cultura del goce.



El tema no es sencillo. Revisando mucho material de consulta sexológica (tanto desde lo psicológico como desde lo médico) puede observarse que la cultura de la patología tiene enormes adeptos entre quienes escriben y prescriben.

Cuando los autores (se) quitan ese velo ejemplarizante apenas llegan a una descripción aséptica de las funciones y disfunciones, buscando didácticamente instruir básicamente sobre la sexualidad. 

¿Pero dónde queda en estos tratados la sexualidad vista desde los afectos, el erotismo, la sensualidad?

Claro, cuando estos son incluidos se les agrega el factor moralizante. (Es decir lo que está bien o mal, lo correcto o incorrecto, lo sano o enfermo…)

UN DISPARATE DE LA ERA FRANQUISTA

Tómese (como disparate) el siguiente ejemplo:

“Afrodisia forense – En la peritación acerca del impedimento dirimente de impotencia masculina para la unión, el requisito más delicado radica en la manera de comprobar si existe o no realmente la posibilidad de erección. El médico no puede proponer ni aprobar experimentos de unión sexual fornicaria ni puede asistir a uniones sexuales o a tentativas de ese género, porque la presencia del perito requerida como condición del experimento se convertiría por ello mismo en cooperación a una acción ilícita”
“La simple prueba de la erección para certificar o para excluir su posibilidad (en lo que valga una peritación de ese género) parece insustituible y, como tal, lícita con dos condiciones: que la erección sea provocada por medios lícitos y que ni el examinado ni el médico se propongan la eyaculación. Por medios lícitos se entienden los que pueden dejar casi indiferente la voluntad y no ponen al examinado en ocasión próxima de pecado, como lo sería el consentimiento a un acto sexual eficazmente provocado; por ejemplo, la estimulación mecánica o eléctrica. Otros medios en los cuales, por decirlo así, se requiere la participación de la corteza cerebral, no son lícitos”
“(…) A veces es necesario examinar el semen. No es lícito obtenerlo por masturbación, ni por coito usando preservativo; si el perito no puede limitarse al masaje de las vesículas o de la próstata o a la altura del testículo, el único medio lícito consiste en la obtención del semen depositado en la vagina o, mejor aún, de los espermatozoos que han llegado al canal cervical en una unión matrimonial”
“(…) También a este propósito la ética médica era en tiempos pasados más elevada. En un peritaje de sexo dudoso, Porro, por no querer provocar la eyaculación, recurrió a la operación y comprobó el sexo. Filippi lo alaba por haber  preferido la intervención cruenta a la maniobra innatural”  (Dr. J. Roddiger y Dr. L.K. Frenshan. DICCIONARIO SEXUAL.  Editorial Dux, Ediciones y Publicaciones S.A. , Barcelona. 1956. P. 39)

LOS ARTISTAS

La cultura del goce, curiosamente, no sale (en su gran mayoría) del material científico. Por el contrario deriva de los artistas. Son los poetas, cineastas, fotógrafos, escritores, dramaturgos, directores, actores, plásticos quienes  expresan a través de sus trabajos el disfrute de la unión amorosa, de una forma transgresora y sediciosa de la norma.

PRE – JUICIOS

En esta visión pre- juiciosa de lo sexual van en quienes producen los textos científicos y/o de divulgación, la propia ideología, los miedos personales y por supuesto los propios tabúes.
(Porque, es evidente que más allá de manejar terminología científica no existe ningún producto cultural que no sea subjetivo. Cada uno de nosotros producimos desde nuestra propia ideología)

¿QUÉ HACER?

Finalmente, en esta reflexión cabe volver a preguntarse qué camino tomar, desde nuestra labor terapéutica.
¿Asumirnos desde una cultura que apunta a lo moral (con las consabidas advertencias sobre las consecuencias que trae una vida sexual “desarreglada”, aportar un material inocuo, ajeno a toda visión erotizante, o trabajar desde una cultura que tienda a una sexología que promueva el goce de la sexualidad que, como sabemos, no incluye meramente el acto en sí, sino que debe ser visto como un todo, ya que el sexual  es uno de los instintos primarios que la Cultura (tomada en el sentido antropológico) busca refrenar?

La pregunta emergente y sin una clara respuesta (para quien escribe, al menos) es: ¿Dónde está el límite? ¿Hasta qué punto lo punitivo es bueno? ¿Hasta qué punto la transgresión por sí misma a las normas imperantes es una forma de ejercer una buena sexualidad?

Se me podrá responder que lo que vale es la información. Y que luego es el sujeto quien ejercerá de la forma que crea conveniente su sexualidad.

No lo sé. Dejo abierto el debate.