LAS PRINCESAS, LOS MAGOS Y LAS BRUJAS DE LA VIDA COTIDIANA

Psic. Andrés Caro Berta

RESUMEN - INTRODUCCIÓN

¿Cuáles son, en verdad, las princesas, los magos y las brujas de la vida cotidiana? ¿Los estereotipos buenos o malos que aparecen en  las publicaciones infantiles, escolares, “del corazón”, por nombrar sólo algunos ejemplos?
Cuanto mal se ha generado en la idealización de determinados roles sociales (princesas) y el estigmatizar al diferente… (magos y brujas) donde las máscaras del estereotipo se adhirieron  al personaje, eliminando a la persona.


El Psicoanálisis ha permitido acceder al mensaje no dicho, el oculto, al descifrar los códigos que invaden estas acciones humanas y que construyen las ideologías (con sus mitos) en las que se basan las diferentes culturas.
Generados como sustentos morales, los cuentos infantiles clásicos encierran miserias humanas, crueldades desembozadas, peligros con las que deberá enfrentarse más adelante el que hoy es niño, para que realice interiormente un viaje lleno de obstáculos en el que predomina una visión edípica idealizada, que le remite a su Edipo vivencial.
Así, princesas, magos y brujas, podrán ser quizás madres y padres, padrastros y madrastras, además de hermanos con quienes deberá establecer luchas y alianzas particulares (historias cargadas de amor – odio)  para definir un nuevo rol dentro del esquema familiar y social.
Los cuentos clásicos, a pesar de la competencia de nuevos materiales mucho menos directivos, no han perdido su fascinación, quizás porque remitan a lo que guardamos en el Inconsciente, especialmente aquello vivido en nuestros primeros seis años de vida.





LA BIPOLARIDAD EN LA QUE VIVIMOS

¡Qué seres extraños somos los humanos…! Somos personas, somos personajes. Somos animales, pero no lo aceptamos. Decimos que tenemos alma, como el resto de ellos (de ahí la etimología de “animal”: que tiene alma), pero nos separamos de ellos, autoproclamándonos además,  como los únicos seres vivientes que tienen espíritu, es decir “el soplo divino”. Creemos ser los únicos en el Universo y buscamos desesperadamente señales que indiquen lo contrario. Nos imaginamos como la cúspide de la creación y somos capaces de cometer las peores acciones; desconocemos todo y creemos saberlo todo; partiendo de creencias construimos verdades; podemos discutir hasta cualquier extremo por lo que no sabemos, o dudamos en decir nuestra opinión por miedo al ridículo aunque manejemos la certeza; creamos dioses y creemos que ellos nos han creado a nosotros... En fin, somos contradictorios, ambivalentes. Mientras  Eros y Thannatos luchan dentro de nosotros, construimos realidades por desconocer la realidad en su verdadera dimensión.

Extraños seres somos los humanos.

Hacemos discursos defendiendo la diversidad, y miramos desconfiados aquello que es distinto. Vamos por la vida sin entender el sentido de la misma; tenemos dificultades con los tiempos pasado, presente y futuro. Amamos y odiamos al mismo objeto; veneramos o destruimos; fluimos entre la atracción y el rechazo; construimos mitos muchas veces con bases falsas, o transformamos lo que en algún momento tuvo sentido real, en mito.


EL VALOR DE LOS CUENTOS CLÁSICOS

Los cuentos infantiles que denominamos como “clásicos” o “de hadas”  hablan de todo esto. Es por eso que se sostienen y reciclan. Aún frente a historias quizás más apegadas a realidades más cercanas, e incluso menos violentas, pero que no tienen un sustento tan profundo y provocador como aquellos, donde hasta lo arquetípico está presente.

Construidos como cuentos morales, con moralejas implícitas o explícitas, estos relatos lejanos temporal y espacialmente de nosotros, e incluso de los propios recopiladores, sin embargo contienen los elementos que nos constituyen. Hay personajes con características aplicables a personas cercanas, hechos fácilmente trasladables a nuestras vidas cotidianas, aunque presentados lo suficientemente exóticos como para que creamos que están fuera de la realidad que nos abarca.

Relatando  realidades tan lejanas… hablan de nosotros.

Con estructuras simples y básicas, los cuentos infantiles clásicos resumen nuestros miedos, y nuestras alegrías, vaticinan lo que nos puede pasar cuando chicos si desobedecemos a nuestros mayores o si persistimos en nuestros ideales; ubican a los adultos como figuras secundarias, amenazantes o protectoras; transforman lo cotidiano en situaciones heroicas que tienen a los destinatarios, los niños como protagonistas.

Diversos autores (entre ellos merece ser destacado Bruno Bethelheim por supuesto, aunque no ha sido el único), fueron desentrañando los sentidos ocultos y nos permitieron ver más allá del texto en sí mismo, asociando los estímulos subliminales, los personajes estereotipados, las acciones extremas con el proceso que se va gestando desde que nacemos hasta llegar a la resolución del Edipo, aunque, en relación a éste,  uno pueda preguntarse si en los hechos alguna vez se resuelve, más allá de lo cronológico.

LA CONSTRUCCIÓN DEL HÉROE, LA HEROÍNA, LOS ANTIHÉROES, LOS VILLANOS

¿Qué es lo más importante de un viaje? El retorno. Porque sin éste, ese viaje se transforma en un temido exilio.
Es así entonces  que estos relatos ofrecen desde el adulto que consciente o no imparte ideología, un viaje interior por lugares desconocidos, con personajes estereotipados y aventuras que luego, en el retorno a su hogar aplicará el lector o el escucha, en su propia vida.

Habitualmente en el esquema aparece un héroe o heroína, que partirá de su casa hacia el mar o el bosque, ambos tenebrosos y llenos de latentes peligros.
Entre medio ocurrirán determinados hechos que lo enfrentarán con sus propias valentías y cobardías, le generarán el desafío ante lo que parece imposible de superar, todo en pos de un objetivo que casi siempre es el rescate (de algo o alguien) que permanece secuestrado, en manos que no merecen tenerle.
La conclusión será el obtener, luego de un esfuerzo mayor (lucha, ingenio, batalla, sacrificio) lo que se buscaba para retornarlo a donde corresponde, y así ser premiado por el trabajo realizado.

Algo de eso hay incluso en  Edipo, quien reúne muchas de estas características, incluso con otras que no pertenecen a Sófocles. Por ejemplo, una versión anterior a este autor  señala que Layo coloca en un arca al niño recién nacido, la que es depositada en un barco que flota a la deriva. Cuando llega a las costas de Sición, Peribea, reina infértil que vigilaba cómo trabajan las lavanderas ve a Edipo y lo rescata. Aprovechando que las trabajadoras estaban ocupadas en su labor, va a un lugar apartado, simula dolores de parto y les hace creer que ha parido. De regreso a su casa, le cuenta a su esposo la verdad, y ambos adoptan al recién nacido. Elemento presente en muchos de  los héroes, el de un nacimiento en hogar incierto,  que nos remite a nuestra fantasía infantil de creer que no pertenecemos a la familia en la que estamos.


Así, con la construcción del mito del héroe o la heroína, enfrentados a las más terribles situaciones que parecen no tener escapatoria, esos personajes hablan de nosotros, pero básicamente de nuestros procesos internos edípicos donde priman las pulsiones más primarias, cargadas del ambivalente binomio amor – odio, enmarcadas en un vínculo triangular, donde se dan soterrados los hechos que en los cuentos se muestran desembozadamente.  Yocasta calma a Edipo diciéndole: “¿Qué puede temer el hombre cuando el destino conduce todas las cosas humanas y toda previsión es incierta? Lo mejor es vivir al azar, si se puede. No temas que te unas a tu madre, porque en sus sueños, muchos hombres han soñado que se unían a su madre; pero el que sabe que esos sueños no significan nada, lleva una vida tranquila” (1) Y nosotros, lectores o espectadores temblamos ante tremenda confesión  sin confesarnos  nuestros deseos ocultos. Y sin darnos cuenta que en esos libros que nos leyeron antes de acostarnos, y que nosotros también brindamos a nuestros niños se habla de incestos, parricidios, matricidios, fraticidios, luchas por el Poder, abusos infantiles, entre tantos otros dramas.

PERSONAJES Y PERSONAS


Mucho se ha discutido en cuanto a la construcción de estos cuentos desde los adultos. Existe el debate de si esta es una narrativa infantil, o relatos hechos por adultos para niños.
Evidentemente, existe una clara intencionalidad de aproximar al niño al mundo que le espera, y como adultos buscamos sea similar a nuestros ideales, aunque también queden adosados nuestros miedos, nuestras fobias…
¿Qué trasmiten estas construcciones adultas? ¿Qué mensaje se busca dar? Uno de ellos tiene que ver con los roles esperables, deseables.
Por ejemplo, roles masculinos a aprender a través de los cuentos: príncipe, activo, emprendedor, hermoso, valiente
Frente a roles femeninos esperables: Una cuota de masoquismo; sentirse víctima y prisionera para que el príncipe la libere subiendo a la torre más alta del castillo, o dándole un beso y eliminando el hechizo, pasividad, belleza impávida, acompañante del héroe que la libera.
Y ante ellos, los adultos. Los brujos, que son más tolerados que las brujas, y que pueden solucionar algunos entuertos que aparecen en el camino como el mago Merlín; éstas, las hechiceras que cuando son malas se llaman brujas y cuando son buenas, hadas.
Y los reyes, adultos revestidos de autoridad a los que hay que derrotar parricidamente para quedarse con la princesa y, desplazándolos por las buenas o las malas, poder ocupar sus lugares.

¿Cómo pueden perder su fascinación estos cuentos infantiles cuando hablan de nosotros, nos retratan pero de forma sutil para que no los rechacemos?

PEQUEÑAS  GRANDES INJUSTICIAS

Pero también en este temprano aprendizaje de identificaciones con nuestros adultos reales  a través de relatos enmarcados  en blancos y negros, cuántas injusticias se cometen.
Porque esta parcialización estereotipada (bueno- malo; sano – enfermo; semejante – diferente), estigmatizando todo aquello que no conocemos o no entendemos, o es potencialmente peligroso a nuestros intereses genera una cultura donde vale lo que se ve, no importan los matices, tampoco se profundiza en los contenidos de las personas, y el por qué se llega a lo que se es hoy.

Estigmatizamos en un proceso inconsciente de identificar personajes con personas, y depositar en ellos todo lo bueno o lo malo, sin término medio.
Así, por ejemplo, en plena construcción de las versiones clásicas de los cuentos infantiles, en la Europa medieval, la Inquisición hizo suyo el saber quienes eran los buenos y quienes no, y entonces las princesas pasaron a ser las lánguidas damitas, las brujas y los brujos merecedores de torturas y ejecuciones públicas.

Claro, todo parte de generar mitos.

Pavlovky señalaba que no importa el contenido de la creencia, sino quién la dice y cómo la expresa. Una vez que la creencia circula va camino a generar el mito. (2)
Y el ser humano necesita construirlos y creer en ellos. Algo así como “mentiras verdaderas”

Para poder ver con ejemplos cómo se transforman los hechos reales en mitos, podemos mencionar  el caso citado por autores antiguos en relación al drama de Edipo.
Todos conocemos el enigma de la Esfinge que Edipo resuelve.
Pues bien, este personaje tan particular era representado con cuerpo de león, cabeza y busto de mujer, aunque hay otras versiones que la asemejan a la Esfinge egipcia.
Para algunos autores era hija de Tifón y Equidna y para otros del perro Orto y la Quimera, habiendo llegado por el aire desde Etiopía.
Hesíodos la llama Fix (nombre de un monte boecio) por haberse instalado en la colina. Entre sus víctimas parece que estuvo Hemón, sobrino de Yocasta e hijo de Creón a quien devoró, aunque para algunos Hemón sobrevivió y luego se casó con Antígona.
Parece ser que el famoso enigma: “¿Qué ser, con una sola voz, tiene a veces dos pies, a veces tres, a veces cuatro y es más débil cuantos más pies tiene?”, al que Edipo resuelve diciendo que es el Hombre, primero anda a gatas, luego sobre sus piernas y por último apoyándose en un bastón,  fue introducido  por Pisandro (inicialmente se aludía a una lucha cuerpo a cuerpo)
Pero Barthelemy, en su viaje novelado por la Grecia antigua señala “(…) Esfinge, hija natural de Layo, asociada con unos salteadores, asolaba la campaña, detenía a los caminantes con preguntas capciosas y los hacía perder en las revueltas del monte Citerón, para entregarlos a sus pérfidos compañeros: Edipo descubrió sus celadas, dispersó a los cómplices de sus crímenes; y recibiendo el premio de su victoria, dio cumplimiento al oráculo en todas sus partes. (3)
A su vez, Alberto Pajares escribe: “(…) Pero es posible que el tema del enigma sea una derivación de una leyenda más antigua en relación con esta versión, que también modernizada nos trasmite Pausanias  y que cita Vian. Esfinge era una hija natural de Layo; a la que su padre confió una profecía que sólo debían conocer los reyes. Dado que Layo tenía muchos hijos bastardos, cada vez que uno reclamaba el poder, Esfinge lo interrogaba sobre la profecía y, como no podía responder, porque sus pretensiones no estaban fundadas, se le mandaba matar. Edipo, en cambio, pudo responder. Vian apunta a que en Tebas, la posesión del Poder implicaba el conocimiento de ciertos secretos de estado y que Layo sería, de acuerdo con eso, un rey que sólo podía permanecer en el Poder mientras fuera el único poseedor del secreto real. El tema del enigma podría cubrir así este antiguo sentido de la leyenda original” (4)
Pausanias indica en su escrito: “Más allá está el monte desde donde dicen que, cantando un enigma, se lanzaba la Esfinge para perdición de los que capturaba. Otros dicen que se dedicaba a la piratería con una fuerza naval y llegó al mar de Antepón y, ocupando este monte, lo utilizaba para el pillaje, hasta que Edipo la aniquiló con un ejército más numeroso, con el que había llegado a Corinto”
“Se cuenta también que era hija ilegítima de Layo, y que éste por cariño le dio a conocer el oráculo dado a Cadmo (el que le señalaba dejar la búsqueda de Europa, y seguir una vaca hasta su agotamiento para fundar en ese lugar, una ciudad). Ningún otro conocía el oráculo, excepto los reyes. Por consiguiente, cuando venía uno de sus hermanos para reclamar el trono de la Esfinge – Layo tenía hijos de concubinas y la respuesta del oráculo se refería solamente a Epicastra y sus hijos-, la Esfinge se valía de engaños respecto a sus hermanos, diciendo que, si eran hijos de Layo, conocerían el oráculo dado a Cadmo. Y como no sabían responder, los castigaba con la muerte, porque reclamaban injustificadamente su linaje y su trono. Pero Edipo llegó aleccionado sobre el oráculo por un sueño” (5) Es decir, realidades convertidas, transformadas en mitos…
Un pequeño comentario al margen: Los enigmas o grifos eran comunes en Grecia. Los usaban los poetas y había colecciones de ellos. “Hay dos hermanas que no dejan de engendrarse una a otra” El día y la noche. “Soy grandísima en mi nacimiento, grandísima en mi vejez, y pequeñísima en el vigor de mi edad” La sombra.


LOS HUMANOS SOMOS ASÍ

Necesitamos hablar de nosotros mismos, sin darnos cuenta de ello. Necesitamos referencias positivas y negativas de otros para el tránsito personal por la vida.
De esta forma nos apoyaremos (para bien o para mal) mítica y edípicamente en Caperucita, la Cenicienta, el Gato con botas, el Príncipe Valiente, Harry Potter, el Señor de los Anillos, pero también en Jesús, Marx, John Lennon, Artigas, Freud, Melanie Klein, Lacan, Buda, los celtas, Dalí, Chaplin,  y tantos otros…
Envueltos estos personajes en realidades temporo- espaciales ajenas convenientemente a nosotros, prolongamos la fascinación que nos provocan estas y otras historias similares, trasmitiendo ideología a las siguientes generaciones como ocurrió con nosotros.
“Luego de construidos estos personajes”,  (muchos de ellos fueron personas previamente, otros creaciones artísticas) “perdemos la noción de que fueron creados por nosotros”.

Sacco está por morir. Vanzetti le dice que será un ejemplo para las nuevas generaciones y él expresa en medio del llanto: “No quiero ser referencia para nadie. Quiero vivir”

A los personajes (y no a las personas) “los sentimos extraños, ajenos, con existencia propia. Nos van a acompañar en nuestro peregrinar por esta vida. Todo para no aceptar que nosotros mismos, cada uno de nosotros, somos eso” (que depositamos en ellos): “dioses, demonios, héroes y antihéroes”. (6)



(1)    - Sófocles. Tragedias. Tomo primero. Prometeo. Valencia. Sin fecha. P.56
(2)    E. Pavlovsky – H. Kesselman – “ESPACIOS Y CREATIVIDAD”. Ediciones Búsqueda. Buenos Aires. 1980 P. 40.
(3)    Andrés Caro Berta – Historia(s) de Edipo(s) En busca del Edipo primigenio. (Inédito) citando a Juan Jacobo Barthelemy. “VIAJE DEL JOVEN ANACARSIS A LA GRECIA A MEDIADOS DEL SIGLO CUARTO, ANTES DE LA ERA VULGAR”. Paría. Librería de la Rosa. Méjico. Librería de Galván. 1835. Tomo tercero. Pgs. 28- 30.
(4)    Idem (3) citando a Alberto Bernabé Pajares. (introducción, traducción y notas). “FRAGMENTOS DE EPICA GRIEGA ARCAICA”. Editorial Gredos. Pgs. 49- 50.
(5)    Idem (3) citando a Pausanias. “DESCRIPCIONES DE GRECIA. Libros VIII- X”. Planeta- DeAgostini. Buenos Aires. 1995.  p. 212. 
(6)    Andrés Caro Berta – “Sobre dioses, demonios, héroes y antihéroes” – Trabajo presentado en el Encuentro Internacional ABRACE (Montevideo. 2003